Shakespeare, siendo de más o menos valor según el criterio del erudito que las analiza. Claro está que tales eruditos pueden acertar y a veces han arrojado mucha luz sobre el fondo de las diversas épocas que abarcan las Escrituras, pero esto dista mucho de lo que extrae y enseña el verdadero ministro de la Palabra, quien escucha primero para proclamar luego que Dios ha hablado. Nosotros no hemos de acercarnos a las Escrituras en busca de conceptos religiosos, sino para percibir la voz de Dios. Creemos
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